El racismo, la discriminación racial y formas conexas de intolerancia representan la negación de valores universales como los derechos inalienables e inviolables de la persona humana. Todos los Estados Miembros de la Organización de los Estados Americanos (OEA) han reconocido esto al indicar en la Carta de la OEA que “[l]os Estados americanos proclaman los derechos fundamentales de la persona humana sin hacer distinción de raza, nacionalidad, credo o sexo”.
En los países de las Américas, en especial en Latinoamérica y el Caribe, el racismo se presenta de distintas formas con base en su pasado colonial, donde la discriminación racial y étnica tienen sus raíces en la esclavitud y el colonialismo europeo a partir del siglo XV. Aun en pleno 2021, en el hemisferio siguen latente y en aumento múltiples formas de discriminación y racismo en contra de personas afrodescendientes, pueblos indígenas y otros grupos y minorías raciales. La reciente visibilización de la brutalidad policial, de episodios de perfilamiento racial, de la violencia sistémica contra las personas afrodescendientes, y su impunidad, son muestra que la erradicación del racismo es un imperativo que no puede esperar.
Desde el año 2000, El Instituto sobre Raza, Igualdad y Derechos Humanos (Raza e Igualdad en lo adelante) junto con organizaciones de la sociedad civil del movimiento Afro-Latinx han liderado esfuerzos de incidencia para lograr la redacción y adopción de una Convención Interamericana contra el Racismo. Tras años de incidencia y trabajos preparativos, el 5 de junio de 2013 la Asamblea General de la OEA aprobó la Convención Interamericana contra el Racismo, la Discriminación Racial y Formas Conexas de Intolerancia (en lo adelante “Convención Interamericana contra el Racismo” o “CIRDI”), un instrumento que representa un importante hito consolidando el compromiso de la OEA con la erradicación total e incondicional del racismo, la discriminación racial y de toda forma de intolerancia. Con su adopción, la CIRDI se convirtió en la convención homóloga en el sistema regional americano de la Convención Internacional sobre la Eliminación del Racismo y la Discriminación Racial (CERD) de 1965, el primer instrumento internacional de alcance universal a partir del cual fue priorizado el combate al racismo y la discriminación racial, y de la cual los 35 Estados miembros de la OEA son parte.
La adopción de la CIRDI busca fortalecer los esfuerzos regionales en materia de derechos humanos y crear un cuerpo internacional de protección más cercano al contexto local y que responda a las realidades de la región. Ciertamente, la adopción de la Convención Interamericana contra el Racismo evidencia un avance sustancial en el reconocimiento de la brecha racial, en una región donde el racismo y la discriminación racial han sido sistemáticamente desconocidos. La existencia de un instrumento de esta naturaleza es un paso necesario para la visibilización y lucha contra el racismo. A pesar de esto, a la fecha, de los 35 Estados miembros de la OEA, solo 6 son parte de la Convención Interamericana contra el Racismo. De los 29 Estados no partes restantes, 7 ya han firmado la Convención.[1]
Ocho años después de la adopción de la Convención Interamericana contra el Racismo y con solo seis ratificaciones de la misma, Raza e Igualdad hace hoy un llamado claro a los Estados miembros de la OEA: la erradicación total e incondicional del racismo, la discriminación racial y formas conexas de intolerancia en la región es imperativa y no puede esperar. Raza e Igualdad reconoce que lograr esta meta requiere un nuevo pensamiento, una colaboración constructiva y responsabilidades compartidas, donde un punto de partida esencial es la ratificación e implementación de la Convención Interamericana contra el Racismo.
[1] Ratificada por: Antigua y Barbuda, Brasil, Costa Rica, Ecuador, México y Uruguay; Firmada pero no ratificada por: Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Haití, Panamá y Perú.